La geopolítica constituye una de las prioridades esenciales para cualquier análisis político contemporáneo, desde el programa de Ciencia Política de UNICERVANTES estamos analizando constantemente los grandes cambios en el escenario internacional, por lo tanto, hoy examinaremos el caso del acuerdo militar entre EEUU, Reino Unido y Australia: AUKUS (sigla que reúne los nombres de estas tres naciones).
En su ensayo Tierra y Mar (1942), dedicado a su hija Anima, el jurista Carl Schmitt, tratando de desentrañar los orígenes espaciales de la hegemonía anglosajona, escribía: «Cuando la separación entre tierra y mar y la escisión de ambos elementos se hizo ley fundamental del planeta, se construyó sobre esa base un imponente andamiaje de teorías, argumentaciones y sistemas científicos completos, con los que los hombres explicaban la sabiduría y prudencia de esta situación, perdiendo de vista el hecho primordial de la conquista inglesa de los mares y su vinculación a una época determinada.»
Este andamiaje de teorías y argumentaciones con pretensión de universalidad es lo que conocemos como el sistema liberal. Sin embargo, la Francia de Macron olvidó que el núcleo de este sistema fue y sigue siendo la conquista inglesa de los mares (aún más de los océanos), que se debe a un proceso histórico particular y no universal, en el que los participantes del orbe liberal tienen papeles primarios y secundarios desde un punto de vista geopolítico. La pérdida ultra-millonaria de los contratos para proveer a Australia de submarinos convencionales diésel-eléctricos por los submarinos nucleares de fabricación estadounidense y británica, nos recuerda que, a pesar de su vieja expansión en el Indo-Pacífico (incluyendo Indochina) y de su defensa de los valores liberales, Francia debe simplemente replegarse a su esfera continental y limitarse a ser un actor de segundo orden en la resquebrajada Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), esta vez golpeada no sólo por el conservador Donald Trump sino también por el progresista Joe Biden.
Y es que a pesar de que tanto la Unión Europea (la cara noble, burocrática y económica), como la OTAN (la cara militar, geoestratégica y agresiva) han expandido la influencia atlántica (capitalista y liberal) hasta alcanzar las tierras interiores de Eurasia con tal de acorralar al «Heartland» ruso (el corazón de la isla mundo o del viejo continente según el geógrafo británico Halford Mackinder), desde los años 90 en el mundo postsoviético (sin el dique del pacto militar de Varsovia) parece que el siglo del dominio atlántico está llegando a su fin, pues Rusia se recupera militarmente y el Asia Pacífico se ha convertido en el motor industrial y económico del planeta. China, como parte del borde euroasiático («Rimland» en el lenguaje del geopolítico estadounidense Nicholas Spykman), ha demostrado ser ahora una potencia no sólo económica sino también militar, por lo que Australia -como alguna vez contra Japón- se convierte en una pieza clave del nuevo ajedrez geopolítico.
Después del levantamiento de anclas de Gran Bretaña del continente europeo con el Brexit, socavando el fallido intento de crear un euro-ejército, Francia queda como única cabeza política y militar (nuclear de la UE), por lo que debería recordar los pensamientos de Charles de Gaulle de una Europa que vaya de Lisboa a Vladivostok, pero sin olvidar lo que había señalado en su momento el viejo jurista de Plattenberg: «De acuerdo con su visión del mundo [la inglesa], la idea de que una potencia terrestre pudiese ejercer una supremacía sobre todo el orbe resultaba algo inaudito e insoportable. (…) Puedes ver aquí cómo el gran Leviatán tiene poder incluso sobre los cerebros y facultades humanas. Esto es, ciertamente, lo más asombroso de su poder.»
¿Estará el liberal Macron preparado mentalmente para replantear que la tiranía y el despotismo también vienen de la civilización del mar?
Santiago Pérez Zapata
Doctor en Historia
Docente de tiempo completo del programa de Ciencia Política en UNICERVANTES
Miembro activo del semillero de investigación Communitas Sapientiae
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